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La forma más sencilla de reiniciar el cerebro

por Robert Stickgold

En un día libre, echarse una siesta es un placer pequeño pero celestial. Dormir en su escritorio no lo es, especialmente si un colega lo encuentra, pero a veces el agotamiento se apodera. La encuesta Sleep in America de 2008, realizada por la Fundación Nacional del Sueño, reveló que casi un tercio de los adultos que trabajan al menos 30 horas a la semana se duermen o se quedan muy somnolientos en el trabajo, un comportamiento que los empleadores suelen desaprobar. ¿Deberían relajarse? Quizás. En una economía basada en el conocimiento que depende de una mente aguda, unos minutos de sueño podrían ser buenos para los negocios.

Dormir unos minutos en el trabajo podría ser bueno para los negocios.

Un informe publicado en junio de 2009 Actas de la Academia Nacional de Ciencias mostró que una siesta con sueño REM (o «sueño») mejora la capacidad de las personas de integrar información no asociada para resolver problemas de forma creativa, y estudio tras estudio ha demostrado que el sueño aumenta la memoria. Si memoriza una lista de palabras y luego se echa una siesta, recordará más palabras de las que recordaría sin dormir primero. Incluso las microsiestas de seis minutos (sin incluir el tiempo que tarda en conciliar el sueño, que son unos cinco minutos si está muy cansado) marcan la diferencia.

Mis colegas y yo hemos encontrado pruebas de que un procesamiento importante de la memoria se produce al quedarse dormido, durante la fase hipnagógica. Ahí es cuando el cerebro parece estar «etiquetando» los recuerdos de problemas no resueltos para su posterior procesamiento. También hemos descubierto que las siestas pueden ayudar a las personas a separar la esencia de la nueva información de los detalles extraños, y que dormir un poco en fase REM les permite encontrar mejor conexiones entre palabras poco relacionadas, lo que es un buen indicio de que dormir una siesta hace que la creatividad fluya.

Sin embargo, cuando necesita dormir, ciertas habilidades comienzan a caer. La discriminación visual, que le permite ordenar lo que ve, puede desaparecer en el transcurso del día. (Para obtener más información sobre los efectos negativos de dormir muy poco, consulte» Déficit de sueño: el asesino del rendimiento,” HBR, octubre de 2006.) Una siesta de 30 minutos puede detener el agotamiento y de 60 a 90 minutos que incluyan un poco de sueño REM mejorarán la discriminación visual.

Las pruebas de que el sueño ayuda a la memoria, el aprendizaje y la agudeza mental provienen de situaciones del mundo real y de experimentos cuidadosamente elaborados. Por ejemplo, en un estudio reciente de Nueva Zelanda, los controladores aéreos que trabajaban en el turno de noche obtuvieron puntuaciones mucho mejores en las pruebas de estado de alerta y rendimiento si se echaban una siesta planificada de 40 minutos durante el turno. Otro ejemplo: un consultor (y profesor retirado de la Escuela de Negocios de Harvard) que conocí en un vuelo «confesó» que la manera más productiva de ordenar sus ideas después de pasar días hablando con los ejecutivos era prepararse deliberadamente para quedarse dormido, con el bolígrafo y la libreta a su alcance y esperar a que se le ocurriera una solución.

¿Cómo implementa una organización una política a favor de la siesta? Algunas empresas tienen salas de siestas; otras, como Google, ofrecen cápsulas para siestas que bloquean la luz y el sonido. Google afirma que sus cápsulas son una extensión de la política de horarios flexibles de la empresa: las personas trabajan de la manera que mejor se adapta a ellas. Si todo eso suena caro, puede institucionalizar la siesta sin gastar ni un centavo. Simplemente anuncie que está bien echarse siestas rápidas porque hacen que las personas sean más productivas. Pruébelo en una división y vea qué pasa. Dados los millones de dólares que se gastan en programas para aumentar la productividad, vale la pena hacer este pequeño experimento de bajo coste.

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