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Finance and investing

¿Deberían las empresas conservar el efectivo «estratégico»?

por Bruce Nolop

Para mejorar la flexibilidad financiera, las empresas han retenido cantidades de efectivo sin precedentes en sus balances, y lo denominan efectivo «estratégico» para distinguirlo del efectivo «operativo» que se necesita para administrar el negocio.

Políticos han afirmado que retener los saldos de caja está perjudicando a la economía mundial, e incluso han calificado la práctica de antipatriótico—y muchos inversores han argumentado que el exceso de efectivo, legítimamente, debería ser devuelto a los accionistas mediante el pago de dividendos o la recompra de acciones.

Esto plantea la cuestión de si retener la liquidez estratégica tiene sentido desde el punto de vista económico y debe considerarse una herramienta legítima de financiación corporativa en el entorno actual.

Argumentos a favor del efectivo estratégico

Citando a menudo la máxima de que «el efectivo es el rey», los directores financieros saben que el efectivo estratégico puede aumentar el valor para los accionistas de varias maneras. Puede:

  • Ahorre impuestos. Gran parte del dinero estratégico normalmente se mantiene fuera de los Estados Unidos. Mientras el CFO pueda estipular que la empresa no tiene intención de repatriar el efectivo, evitará el impuesto incremental que se cobrará debido al sistema territorial de impuestos de EE. UU. Salvo una exención fiscal, este dinero queda efectivamente «atrapado» en el extranjero.
  • Facilitar las adquisiciones. El efectivo estratégico ofrece más flexibilidad en cuanto a los plazos y los precios de las posibles adquisiciones; tener efectivo disponible es la mejor garantía de que los directores financieros podrán responder con rapidez a las oportunidades y no estar sujetos a los caprichos de los mercados financieros.
  • Facilitar las inversiones. El efectivo estratégico también se puede utilizar para financiar programas de reinversión a largo plazo en el negocio, lo que es especialmente valioso para las empresas de sectores intensivos en capital (por ejemplo, energía o telecomunicaciones) o industrias intensivas en investigación (por ejemplo, alta tecnología o farmacéutica) que invierten en proyectos con beneficios inciertos a largo plazo.
  • Permita una mayor capacidad de respuesta ante los acontecimientos futuros. El efectivo estratégico ofrece protección contra las desventajas (como las tecnologías disruptivas, las recesiones económicas y las turbulencias del mercado) y también ofrece la oportunidad de captar las ventajas. Por ejemplo, una caída del mercado es un buen momento para volver a comprar acciones o para introducir una nueva campaña de marketing contra la debilitada competencia.

Argumentos en contra del efectivo estratégico

Sin embargo, muchos accionistas creen que el exceso de efectivo no debe retenerse como estrategia de financiación corporativa a largo plazo, por las incertidumbres sobre su uso final y la relativamente baja rentabilidad de la inversión. Hacen hincapié en que puede:

  • Conducir a un gasto indisciplinado. A menos que una empresa tenga una sólida trayectoria como adquirente o inversor superior, es posible que los accionistas prefieran el «pájaro en la mano» de la recompra de dividendos o acciones y temen que cualquier exceso de efectivo pueda provocar estrategias descentradas o gastos antieconómicos.
  • Obtenga una rentabilidad de la inversión baja. El efectivo estratégico normalmente se invierte en valores a corto plazo de alta calidad; esto garantiza la seguridad y la liquidez, pero produce una rentabilidad de la inversión exigua (especialmente en un entorno de tipos de interés bajos) y no cubre el coste de capital de la empresa.

¿Cómo debe abordar el efectivo estratégico?

Los argumentos a favor de la financiación estratégica son convincentes, especialmente cuando las condiciones económicas, las regulaciones del mercado, las innovaciones tecnológicas y las políticas tributarias son muy fluidas e inciertas, pero los directores financieros también deberían tomar medidas para disipar las preocupaciones de los inversores. En concreto, las empresas deberían:

  • Considere continuamente los usos alternativos. Los directores financieros siempre deben pensar en el efectivo estratégico en el contexto de las prioridades de asignación de la empresa. Deberían evaluar continuamente si el efectivo debe repatriarse a los Estados Unidos (incluso si ello implica algunos costes fiscales) y garantizar a los inversores que cualquier efectivo estratégico no se redistribuirá a menos que la inversión genere el coste de capital de la empresa y se compare favorablemente con las alternativas de recompra de acciones o dividendos. También deberían hacer hincapié en que la empresa solo realizará adquisiciones que cumplan criterios estratégicos, empresariales y financieros rigurosos.
  • Proporcione información adicional. Los directores financieros también deberían proporcionar información adicional sobre sus saldos de caja. ¿Cuánto se necesita para dirigir el negocio? ¿Cuánto está restringido por motivos fiscales? ¿Cómo y dónde se invierte el efectivo estratégico? ¿Cuáles son los factores que pueden provocar que el efectivo se pague como dividendo o recompra de acciones?
  • Invierta en acciones indexadas. Por último, las empresas deberían considerar que su efectivo estratégico se invierte en calidad fiduciaria en nombre de sus accionistas. Al invertir el efectivo en fondos indexados bursátiles, los directores financieros podrían mantener la seguridad y la liquidez y, al mismo tiempo, ofrecer a los inversores una tasa de rentabilidad que sería aproximadamente comparable, de media, a la de otras alternativas de inversión disponibles para sus accionistas.

Esta estrategia generaría más volatilidad en los resultados financieros de la empresa, pero los inversores podrían evaluar los beneficios con y sin este componente incremental, prácticamente de la misma manera que consideran actualmente el efecto en los beneficios de los bancos debido a los ajustes de valoración de la deuda. Esta complejidad adicional parece ser una compensación razonable por las mayores rentabilidades que podrían obtenerse.

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