¿Pueden funcionar los microcréditos en los Estados Unidos?

¿Pueden funcionar los microcréditos en los Estados Unidos?

••• En las últimas décadas, los programas de microcrédito se han utilizado en todo el Tercer Mundo para promover el emprendimiento popular. Los programas, que ofrecen préstamos para pequeñas empresas de tan solo$ 50, han ayudado literalmente a millones de personas de bajos ingresos a mejorar su bienestar material. El Banco Grameen de Bangladesh, por ejemplo, ha desembolsado un total de más de$ De 1500 millones a unos 2,4 millones de prestatarios, con una tasa de morosidad inferior al 3%%. Estas cifras han ayudado a convencer a muchos de que los pobres no representan necesariamente un mal riesgo crediticio. El éxito del microcrédito en el extranjero ha llamado la atención de los responsables políticos, los líderes empresariales y las organizaciones caritativas estadounidenses. Lo ven como una forma de reducir la pobreza en las comunidades desfavorecidas en sus países de origen. Pero hasta ahora, los resultados de los programas de microcrédito en los Estados Unidos han sido decididamente dispares. Por un lado, los programas de microcrédito estadounidenses han ayudado a muchos prestatarios pobres pero ambiciosos a mejorar su suerte. El estudio del Instituto Aspen sobre 405 microemprendedores indica que más de la mitad de los beneficiarios de préstamos escaparon de la pobreza en cinco años. De media, los activos de sus hogares crecieron casi$ 16 000 durante ese período; la dependencia del grupo de la asistencia pública se redujo en más de un 60%%. Por otro lado, muchos programas de microcrédito estadounidenses tienen un alcance limitado. Nuestra encuesta sobre más de 33 programas de préstamos en California, por ejemplo, reveló que cada programa concedía solo siete préstamos al año en promedio y que había demasiado capital disponible (aproximadamente la mitad) inactivo. Algunos directores de programas atribuyeron el bajo volumen de préstamos a la falta de propuestas viables de personas que pudieran devolver el dinero; otros informaron de una falta de demanda. Los gastos generales excesivos han sido otro gran problema. Un programa de microcréditos estadounidense de nuestro estudio tenía costes administrativos anuales que representaban más del doble del valor de toda la cartera. Y los altos gastos generales no se tradujeron en una recaudación eficiente de los pagos de los préstamos. Los programas sufrieron pérdidas crediticias de hasta un 60%% y, por lo tanto, tuvo que depender de subsidios externos para mantenerse en el negocio. ¿Qué ha provocado estos resultados dispares? En primer lugar, los programas estadounidenses no son lo suficientemente agresivos a la hora de atraer a posibles microemprendedores. Los trabajadores del programa en los países en desarrollo van literalmente de puerta en puerta para hacer correr la voz. Por el contrario, los programas estadounidenses suelen basarse en anuncios en los periódicos y anuncios de servicio público. También desembolsan los fondos con lentitud: los programas estadounidenses pueden tardar hasta 90 días en proporcionar el dinero real. Los programas de microcrédito del Tercer Mundo obtienen el dinero en una semana o menos. En segundo lugar, los programas estadounidenses tienen dificultades para encontrar candidatos solventes. Muchos de los que buscan ayuda carecen de habilidades de gestión de pequeñas empresas y de una base de clientes lo suficientemente grande. Nuestra encuesta a unos 300 microempresarios del área de Los Ángeles reveló, por ejemplo, que casi 70 carecían de los ingredientes esenciales de «preparación para obtener préstamos». Su situación contrasta con la de la mayoría de los microempresarios del Tercer Mundo, que pueden ser, por ejemplo, vendedores ambulantes exitosos sin mucha educación o experiencia formal. No tienen que competir con la tienda de conveniencia de la esquina o los grandes almacenes del centro comercial. En tercer lugar, los salarios de los empleados del programa en los Estados Unidos son mucho más altos que los de sus homólogos de los países pobres, y eso aumenta los gastos generales. Los programas estadounidenses también se enfrentan a límites legales en cuanto a los tipos de interés que pueden cobrar, lo que complica aún más sus esfuerzos por cubrir los costes. Los programas del Tercer Mundo, por el contrario, tienen gastos generales mucho más bajos y pueden cobrar tipos de interés superiores al 30%%. Esas ventajas les dan más probabilidades de alcanzar la autosuficiencia financiera. En cuarto lugar, las altas pérdidas crediticias en algunos programas estadounidenses suelen ser el resultado de malas prácticas de gestión. Nuestra investigación reveló que algunos programas carecían de sistemas de contabilidad e información para gestionar los préstamos, supervisar a los prestatarios y sancionar a los morosos. Los prestatarios que se dan cuenta de que la gestión de un programa es laxa están menos motivados para reembolsar sus préstamos. Los programas que tienen éxito en los países en desarrollo se gestionan mejor. La empresa latinoamericana ACCION International, por ejemplo, tiene una política de «tolerancia cero» con respecto a los impagos crediticios. El prestamista rastrea los impagos a diario y corta el acceso a los servicios a los prestatarios que no reembolsen a tiempo. ¿Se pueden superar los problemas del microcrédito en los Estados Unidos? Nuestra respuesta es un sí con reservas. Los programas estadounidenses tienen un margen considerable para mejorar su eficiencia y alcance. Sin embargo, los cambios necesarios requieren el firme apoyo de los patrocinadores de las iniciativas de microcrédito, entidades tan diversas como Citibank, la Fundación Ford y la Administración de Pequeñas Empresas. Para fomentar una mayor eficiencia, los patrocinadores tienen que desarrollar normas operativas más estrictas en relación con los gastos generales por préstamo, el número de préstamos desembolsados por miembro del personal y, quizás lo más importante, el tiempo que tarda el prestatario en recibir los fondos. Entonces, se deben utilizar normas más rigurosas de forma coherente como puntos de referencia para evaluar el desempeño de la organización y tomar decisiones de financiación. Para reforzar la divulgación, los patrocinadores deben comprobar que los posibles programas tienen un historial en la comunidad y que harán un esfuerzo intensivo para captar prestatarios. La comunidad de desarrollo debería centrarse en aumentar la preparación crediticia de los microemprendedores ayudándolos a adquirir habilidades de gestión y a acceder a nuevos mercados. Por ejemplo, los programas pueden ayudar a los grupos de personas que producen productos similares a venderlos más allá de los mercados locales, como hace el Banco Grameen, al ayudar a los tejedores a exportar sus productos a los Estados Unidos. En última instancia, convertir en emprendedores a personas que tienen pocos recursos no solo es cuestión de aumentar la oferta de capital, sino también de fomentar la demanda. Convertir en emprendedores a personas con pocos recursos no solo es cuestión de aumentar la oferta de capital, sino también de alimentar la demanda.