Superar un revés profesional: un ejemplo y una prueba
por Ron Ashkenas, Mitchell Lee Marks, Philip Mirvis
Los directivos suelen pensar en sus carreras en términos de ganar o perder. Los ganadores ascienden en los escalafones corporativos y reciben elogios, reconocimientos, bonificaciones y los mejores puestos. Pero, ¿qué pasa con aquellos cuyas carreras se desvían o se descarrilan cuando se les pasa por alto para un puesto clave o un gran ascenso? ¿O aquellos que se encuentran en el extremo corto en la última selección de reorganización o fusión? ¿Están estos «perdedores» fuera de la carrera por el ascenso profesional o pueden recuperar el equilibrio, reorientar la mira y seguir ascendiendo?
Muy pocas carreras gerenciales avanzan en línea recta. Así que, el verdadero desafío para el éxito profesional no es solo cómo «ganar» el próximo ascenso, sino también cómo recuperarse de la próxima derrota, como explicamos en nuestro artículo de la HBR de este mes.
He aquí un ejemplo de caso. Con experiencia en estrategia y finanzas, Sheila era una prometedora gerente en una conocida empresa de productos de consumo. Cuando su empresa decidió invertir en empresas emergentes, le pidieron que formara un equipo para hacerlo realidad. Durante el año siguiente, contrató a un pequeño grupo de profesionales, se centró en varios sectores que marcarían la diferencia para la empresa, creó un proceso de contratación y gestión de inversiones minoritarias y comenzó a hacer negocios.
Finalmente, su equipo terminó con una cartera de inversiones que llamó la atención del CFO y el CEO porque algunas incorporaban nuevas tecnologías a la cadena de suministro de la empresa y otras insinuaban nuevos modelos de negocio para interactuar con los clientes. Pronto se reunió regularmente con el equipo ejecutivo sénior sobre las operaciones y la estrategia general. Por desgracia, su éxito puso celosos a su supervisor directo y al director de estrategia corporativa, y diseñaron una reorganización que trasladó el equipo de innovación a la oficina de estrategia y dejó a Sheila como colaboradora individual.
Naturalmente, Sheila estaba molesta. Pasó por las etapas emocionales de la pérdida, el enfado y la negociación. Ella defendió la recuperación del equipo ante el CEO y varios otros ejecutivos, pero pronto descubrió que, si bien todos estaban contentos con su trabajo, nadie quería intervenir ni ofrecerle un puesto diferente.
Durante este proceso, Sheila se dio cuenta de que, si bien su jefe y otras personas probablemente habían actuado mal, ella tenía parte de la culpa por no gestionar las relaciones y la política de manera más eficaz. Mientras disfrutaba de la atención de la alta dirección, no había ayudado a su supervisor ni a otros compañeros a recibir suficiente crédito. Esta visión la ayudó a distanciarse del problema, para que pudiera dejar de culpar a los demás y empezar a pensar en qué hacer a continuación.
Tras varios meses de agitación emocional, Sheila decidió centrarse en el Plan B: averiguar lo que realmente quería hacer en lugar de intentar anular una «injusticia». Tras hablar con varios asesores de confianza, se dio cuenta de que su trabajo de los últimos años le había dado unos contactos, una experiencia y una credibilidad fantásticos en el mundo de la innovación. Esto la llevó a pensar en lanzar su propia startup combinando un par de nuevas empresas en apuros con financiación adicional.
Al mismo tiempo, algunas consultas discretas revelaron que una firma de capital privado estaba muy interesada en que convirtiera algunas empresas emergentes basadas en el consumo en un nuevo negocio. Y una innovadora empresa de fabricación le ofreció un puesto como directora de «asociaciones estratégicas». Por supuesto, Sheila todavía tenía su trabajo —e incluso podía desempeñar otros puestos— en la empresa de productos de consumo si quería quedarse.
Al examinarse a sí misma y a su entorno, se dio cuenta de que tenía más oportunidades de las que podía perseguir. Finalmente, eligió el puesto de asociación estratégica con la empresa de fabricación, no solo porque era un desafío interesante, sino también porque le daba la oportunidad de prestar más atención a las relaciones y a la política. Podría aprovechar su experiencia pasada y utilizarla como trampolín para continuar con su desarrollo.
La clave del eventual repunte de Sheila es que utilizó su revés como una oportunidad para aprender, reflexionar y reagruparse. Esto le permitió tratar la situación no como un fracaso frustrante, sino como un acto de liberación: salirse del camino en el que estaba y elegir conscientemente si continuaba o seleccionaba una alternativa.
La lección aquí es que las carreras no se basan solo en «ganar». De hecho, para la mayoría de las personas, el éxito requiere la capacidad de revertir las inevitables pérdidas. Y eso lleva tiempo. Tenga en cuenta que Sheila no se apresuró, no cedió a la ira ni abandonó el barco precipitadamente. Aprovechó el revés como una oportunidad para replantearse su carrera, recopilar comentarios de otras personas y esperar a que se presentaran las oportunidades adecuadas.
¿Qué tan bien se recupera de los reveses profesionales? Llevar nuestra valoración para ver si puede mejorar.
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