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Culturas con visión de futuro

por Mansour Javidan

Es difícil gestionar una organización para que sus intereses a largo plazo no se sacrifiquen en aras de la conveniencia a corto plazo. Pero hay un problema adicional para las organizaciones cuyas operaciones están dispersas por todo el mundo: la orientación cultural hacia el futuro varía considerablemente en todo el mundo.

Mis colegas y yo lo descubrimos durante nuestro trabajo en el proyecto GLOBE, un estudio que ya cumple 15 años, que analiza cómo varían las culturas en relación con un conjunto de factores importantes para la gestión y el liderazgo de la organización. Al encuestar a más de 17 000 directivos intermedios en 61 sociedades, hemos podido discernir diferencias claras en nueve áreas clave. Una de ellas es lo que llamamos «orientación hacia el futuro», o la medida en que una cultura fomenta y recompensa comportamientos como retrasar la gratificación, planificar e invertir en el futuro.

Nuestras preguntas sencillas pedían a los participantes que expresaran sus propios valores y que describieran el entorno en el que trabajaban. Por ejemplo, les presentamos la declaración: «Más personas deberían vivir para el presente que para el futuro» y les pedimos un nivel de acuerdo en una escala de siete puntos. En otra pregunta, eliminamos la palabra «deberían» y les pedimos que clasificaran qué tan bien describía la declaración el comportamiento real en su cultura. Hemos descubierto que las sociedades varían mucho en cuanto a su orientación real hacia el largo plazo, pero en la mayoría de las culturas los valores y aspiraciones personales de las personas son similares y están bastante orientados al futuro. Es más, la mayoría de las personas piensan que sus culturas no son tan progresistas como deberían ser.

En nuestro estudio, Singapur se convirtió en la cultura más orientada al futuro, seguida de Suiza, los Países Bajos y Malasia. Los menos orientados al futuro fueron Rusia, Argentina, Polonia y Hungría. En el centro estaban Alemania, Taiwán, Corea e Irlanda. Sin embargo, aún más importante es nuestra siguiente conclusión de que cuanto mayor sea la orientación de la sociedad hacia el futuro, más altos serán su PIB medio per cápita y sus niveles de innovación, felicidad, confianza y (como muestra el gráfico) competitividad.

Los países competitivos tienen la vista puesta en el futuro

¿Qué significa esto para un ejecutivo que intenta gestionar o trabajar con equipos en culturas que están menos orientadas al futuro que la suya propia? En primer lugar, los miembros del equipo tendrán diferentes percepciones sobre la viabilidad de la visión de futuro. Incluso si los trabajadores indígenas valoran personalmente la planificación a largo plazo, pueden considerarla inútil, dadas las prácticas y condiciones imperantes. Pero en segundo lugar, gracias a esos valores compartidos, es posible inspirar a las personas a orientarse más hacia el futuro. La clave es empezar con modestia fijando las metas del equipo para, por ejemplo, un horizonte de tres meses y, después, asegurarse de que se cumplen. Al aumentar gradualmente los horizontes temporales, un entrenador puede dotar al equipo de una sensación de control sobre los resultados que antes parecía irremediablemente provisional y remota.

Saber cómo la orientación futura varía de una cultura a otra puede ayudar a los líderes a cambiar su actitud de juzgar a entender y a centrar sus esfuerzos de colaboración. Un verdadero líder mundial no culpa a los equipos locales por no estar a la altura de sus aspiraciones de inmediato, sino que los ayuda a alcanzar sus objetivos a largo plazo paso a paso.