Cultivar la curiosidad
por Adi Ignatius
La curiosidad, todos lo sabemos, es la chispa que puede llevar a una innovación rompedora. Y resulta que ayuda a producir más que nuevas ideas. Una investigación reciente de Francesca Gino de la Escuela de Negocios de Harvard apunta a varios beneficios sorprendentemente prácticos para las empresas: la curiosidad mejora la toma de decisiones porque reduce nuestra susceptibilidad a los estereotipos y al sesgo de confirmación; impulsa el compromiso y la colaboración de los empleados; y refuerza la resiliencia organizacional al fomentar la resolución creativa de problemas ante la incertidumbre y la presión. En resumen, la curiosidad impulsa el rendimiento empresarial.
Y, sin embargo, aunque los directivos digan que valoran la curiosidad, con demasiada frecuencia la sofocan. En una encuesta realizada a unos 3000 empleados de una amplia gama de empresas e sectores, Gino descubrió que solo una cuarta parte decía sentir curiosidad por el trabajo con regularidad y el 70% dijo que se enfrentaba a obstáculos para hacer más preguntas en el trabajo. Gino descubrió que los líderes desalientan la curiosidad por dos razones principales: primero, creen que si dejan que los empleados exploren nuevas ideas y enfoques, tendrán una pesadilla gerencial entre manos. En segundo lugar, su firme búsqueda de la eficiencia deja poco espacio para la experimentación.
En «El argumento empresarial a favor de la curiosidad»—el artículo principal de nuestro paquete Spotlight— Gino ofrece cinco tácticas para combatir estas tendencias gerenciales. Sus soluciones son sencillas: contratar por curiosidad y modelar la curiosidad, por ejemplo. Pero cosechar sus considerables beneficios requiere constancia y disciplina. El trabajo de Gino sugiere que la obsesión generalizada por la eficiencia puede socavar el éxito empresarial a largo plazo. Así que anime a sus empleados a hacer preguntas. Puede que su futuro dependa de ello.
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